La economía se basa en la producción de maíz, alfalfa y habas, y en la cría de llamas, ovejas y cabras. Hace algunos años se incorporó la confección de artesanías y el turismo.
San Francisco de Alfarcito es un pueblo auténtico de piedra, adobe y paja con solo 80 habitantes, colgado entre las cumbres de Alfar y rodeado por el río Cortaderas. Cada una de las 25 familias residentes intervino para poner nombre a las montañas que lo circundan: está el cerro Maravilloso, el cerro Negro y el cerro Tres Pintores. Toda la aldea -de monocromía ocre solo interrumpida por la iglesia blanca- está rodeada por picos de rocas.
Sus habitantes conservan la filosofía del buen vivir que les enseñaron sus ancestros. La armonía y los buenos vínculos en la comunidad han sido su clave por más de un siglo. La economía se basa en la producción de maíz, alfalfa y habas, y en la cría de llamas, ovejas y cabras. Hace algunos años se incorporó la confección de artesanías y el turismo.
Por todo esto, y por su encanto de pueblo mágico, Alfarcito es uno de los tres candidatos de la Argentina para la iniciativa Best Tourism Villages.
“Buen vivir es el espíritu con que nos relacionamos con la Pacha, con la naturaleza que podemos contemplar cada día. Y con la comunidad: nuestros hermanos de nuestro pueblo y de los pueblos vecinos. Eso nos enseñaron nuestros ancestros”, explica José María Carrillo, nieto del fundador, Genaro Carrillo.
Esta pequeña comunidad situada a 3.400 metros de altura sobre el nivel del mar, en el margen occidental de la laguna Guayatayoc, en el departamento de Cochinoca, tiene un cielo diáfano la mayor parte del año. Una vez que la luna aparece entre los cerros, solo se escucha el sonido del agua: en la parte alta del pueblo hay tres piletones enormes donde se crían truchas que son parte del sustento de esta comunidad.
Fuente: Todo Jujuy